Recurro por segunda vez a un viejo título , “¿Quién habla en el poema?” [1], pues acabo de descubrir --tardíamente-- que uno de los poetas que ha intervenido en la discusión sobre la autoría de “los tres mejores poemas” de María Emilia Cornejo ha citado extensamente mis ideas en su blog [2] e incluso ha puesto un enlace que lleva al ensayo que contiene la primera variante amplificatoria del título en cuestión: “¿Quién habla en el poema … cuando escribe una mujer?”
No puedo negar que el hallazgo me sorprendió y hasta me halagó …. si no fuera porque el blogger , Paolo de Lima, pone allí en tela de juicio que yo sea ”la persona más apropiada --sobre todo en esta coyuntura concreta--“ para estudiar la obra de una poeta cuya autoría está en entredicho. El esquema argumentativo que está implícito en el caveat sería más o menos así: puesto que al comienzo de mi libro Voces sexuadas yo cité en una nota el poema “Soy la muchacha mala de la historia” añadiendo que “su tono de sarcasmo y rebeldía es un elocuente anticipo del rumbo que tomarían unos años después las voces femeninas más radicales de la poesía peruana” (Reisz 1996, p. 16) cualquier análisis que yo haga ahora me llevaría necesariamente a tener que demostrar que los tres poemas en debate fueron escritos por María Emilia Cornejo –y solo por ella-- tal como hoy los conocemos; o , en su defecto, aceptar avergonzada que lo que yo percibí como “el acento inconfundible de una voz de mujer” (ibid.) es la creación de dos muchachos que quisieron hacer un homenaje a la memoria de la amiga suicida y, al mismo tiempo, divertirse un poco con la impostura, como lo declara José Rosas Ribeyro, refiriéndose a sí mismo y a su amigo Elqui Burgos, en el artículo de la revista Intermezzo tropical que ha iniciado el debate:
[…] era nuestra forma de recordar, homenajear, a una muchacha que habíamos visto pasar entre nosotros como un pájaro que vuela con las alas quemadas y cuyo suicidio nos había dolido profundamente. Era nuestra manera de luchar contra el olvido, de comulgar con ella más allá de la muerte. Y era también un juego que Elqui y yo asumimos con el espíritu irreverente con que un anónimo poeta peruano había creado poco antes a una supuesta poetisa ecuatoriana. [3]
Semejante mezcla de propósitos (homenaje fúnebre y tomadura de pelo a lectoras incautas) puede resultar inaceptable desde una visión de mundo adulta pero quien haya intentado entender la perspectiva existencial de la gente muy joven --y de sí mismo en esa etapa de la vida-- tendrá que admitir que la muerte (que para los jóvenes siempre es de los otros), la certidumbre de la propia invulnerabilidad y la posibilidad de jugar sobre todo eso no se contradicen de modo tan flagrante como tendemos a sentirlo quienes hemos llegado a la madurez.
[1] Éste fue originariamente el subtítulo de la primera sección del Capítulo VIII de mi libro Teoría literaria. Una propuesta (Lima: Fondo Editorial de la PUCP, 1986, p.193). Volví a utilizar la pregunta muchos años después incorporándole una perspetiva de género. El resultado fue el ensayo al que se refiere Paolo de Lima, aparecido en el año 2000 en Ciberletras. Revista de crítica literaria y de cultura. No.2
[2] Paolo de Lima, Zona de noticias, entrada del 21 de junio de 2008 (http://zonadenoticias.blogspot.com/2008_06_01_archive.html)
[3]“María Emilia Cornejo: el lado oculto de un mito”, Intermezzo tropical, No.5, 2008. Todas mis citas proceden del texto que aparece en el blog de Paolo de Lima (http://zonadenoticias.blogspot.com/2008/01/mara-emilia-cornejo-el-lado-oculto-de.html)