Miguel Gutiérrez,
en La generación del 50: un mundo dividido (Ediciones Sétimo Ensayo-Lima, 1988): 31
“No se puede dejar de señalar otra situación en esta época del imperialismo y las revoluciones sociales: los problemas surgidos en el socialismo, y no nos referimos a lo que hay todavía de imperfecto re irracional en este sistema superior de organización social, sino, sobre todo, a los retrocesos y contrarrevoluciones, como en la URSS y la China postmaoísta, lo cual ha dado lugar a nuevas oleadlas de anticomunismo, agnosticismo y nihilismo, con manifestaciones ideológicas que señalan “el fin de las ideología”, o como negación de la Historia y oposición a todo tipo de Poder, dicho a veces con incuestionable esplendor verbal:
Las hojas manan sangres y no agua, las águilas
sumergen sus alas sobre el caos, este estrépito intolerable es la guerra
esto que se malogra es la buena humanidad que enarca el ceño ante
las nubes, esperando
agua en lugar de hiel y humores pestilentes.
Los hermanos no vuelven, las novias mueren como libélulas
en los estanques enfermos, las estatuas exhalan vapores amarillos
sobre la nuca de los héroes, y la Historia es una fábula
c ontada por un loco. Y los cadáveres son rescatados del mar,
musgosos e hinchados.
(Hinostroza)
pero, en general, coartadas con que se encubren malas conciencias y justifican su existencia parasitaria dentro del sistema burgués, sea en el centro del imperio o en las periferias, en las metrópolis o en las pauperizadas urbes de la semicolonias”.
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